Memoria

Susurros © Alfredo Velarde-44Fotografiamos para recordar, se fotografía a los seres queridos para salvar el recuerdo, para luchar contra su desaparición. Sabemos que nuestra memoria es débil, que interpreta, que escoge y que se acompaña de vacíos importantes, voluntarios o involuntarios, y por eso queremos confiar a la fotografía el trabajo sucio de mantenerla viva. Quizás es una empresa vana, porque, al fin y al cabo ¿se puede llegar a conocer realmente algo mediante la fotografía, o sólo se obtiene una simple apariencia del conocimiento? Podría ser que, inconscientemente, estuviéramos construyendo el gran edificio de nuestra memoria sólo con el trazado borroso que un día quedó de nosotros en una placa fotográfica.

Y es que las fotografías no podrán sustituir nunca a la memoria. Incluso es posible que nos retengan absurdamente a su lado y no nos dejen fluir por el pasado con más libertad. Las fotografías no hablan, no pueden hablar, y esto es más doloroso cuanto más melancólica es la evocación de quien aparece en ellas, alguien que ya ha desaparecido, por ejemplo, y la presencia fotográfica del cual va colonizando y contaminando el resto de recuerdos de manera lenta y poderosa. Por eso creo que Jean Paulhan tenía razón cuando escribió: ‘hay que advertir desde ahora a nuestros nietos que no tenemos nada que ver con las tristes imágenes que conservarán de nosotros.

—Clemente Bernad, Diarios íntimos.