Instante (Ver y descargar catálogo de la Exposición INSTANTE)
El fotógrafo Duane Michals (Estados Unidos, 1932) introdujo en la década de 1960, el concepto fotográfico de la existencia de un momento anterior y otro posterior, entendido esto a través de la causalidad sucesiva, la manera de cómo un evento aparentemente intrascendente puede acabar cambiando por completo el curso de una vida. En paralelo y distante está el instante decisivo de Henri Cartier-Bresson (Francia, 1908 – 2004) −quién en 1947 fundara junto a Robert Capa y David Seymour la célebre Agencia Internacional de Fotografía Magnum−, esta concepción deviene de un proceso que empezaba a masificar la captura de instantáneas, el apresamiento del tiempo, en contraposición a los procedimientos de la fotografía de estudio: la época de posar en forma organizada, llegaba a su fin, se empezaba a captar el mundo inmóvil en movimiento[1].
El artista visual y escritor David Bate[2]; al escribir sobre Cartier-Bresson, relaciona la noción de instante decisivo con una función dramática en la fotografía. Explica que esto implica forzar el concepto a una pura función narrativa: la fotografía debe mostrar una historia completa dentro del cuadro tal como se hacía en la pintura histórica. Equipara el instante decisivo al concepto helénico de la Περιπέτεια (peripateia), que significa momento dramático o repentino cambio de fortuna. Para este académico, la peripateia fotográfica implica la captura de un momento definitorio, justo cuando el futuro es alterado irremediablemente por un momento crucial[3].
La fotografía es un acto de atención. Es un suceso en el que mediante una maquina capturamos, tras la espera, el asombro; sólo mediante ese aparato analógico o digital nos enfrentamos a nuestra existencia a través del otro, alguien que no somos, un extraño que siendo parte del encuadre altera nuestra propia existencia, modificando el tiempo de ambos, fotógrafo y sujeto fotografiado quedan gélidos en un cuadro, en un tiempo, en un recuerdo.
Cuando hablamos de fotografía digital y contextualizamos los momentos que determinan la captura, fracciones de segundo en los que cada píxel del sensor de la cámara analiza la luz que le llega, una diminuta parte de la imagen de la escena que fotografiamos, es también, en cierta forma, un engaño que le jugamos de a pocos a la eternidad. Inmortalizamos instantes y con ellos emociones, sonidos, aromas, tonos de grises y construimos un recuerdo de lo que somos y fuimos, el presente empieza a ser remoto en cuanto el procesador de esas pequeñas máquinas de tecnología asombrosa revela el momento y se convierte en un libro de memorias, un diario o en un recordatorio de sucesos que sin ninguna lógica de asociación, empiezan a ser un testimonio de nuestro tiempo, de nosotros como sujetos extraños que capturamos la vida de los demás para recordarnos que –aún– estamos vivos. Los soportes y formatos cambian y se adaptan, el emulo por alcanzar y honrar viejos y celebres talentos es el mismo en el paso de las generaciones, las intenciones siempre serán una constante; el tiempo es de aquellos que mediante algún arte logran atrapar en trazos, colores y formas la vida, que fugaz o lentamente pasa en frente, para así algún día, recordarse al mirar su pasado que estuvieron ahí, viviendo un instante.
[1] Jeanneney Jean-Noël.
[2] Bate David, Photography: the key concepts, New York 2009.
[3] Óscar Colorado Nates, El instante decisivo de Henri Cartier-Bresson, México 2011.